De la lógica...


Déjà Vu, de la lógica de los contenidos a la lógica de las sensaciones


Compenetrándonos en el análisis de la diversa producción artística de Juan Pablo Ordoñez, desde sus inicios «121 Honorables y otras Atrocidades» 1999, «Barreras» 2002, «Un recuerdo de Manuel» 2005; «Asepsia» 2001 - 2006, «Grafías» 2006 -2007, «Prolongaciones» 2010; «San Salvador», 2007-2011, hasta su último trabajo «Déjà Vu», y al penetrar en el análisis específico de sus particularidades, apostamos por parámetros de valoración abstracta y genérica que, hasta cierto punto, pueden configurar un link que nos permite a su vez, agrupar buena parte de sus producciones bajo un mismo paraguas teórico. Una suerte de hilo conductor que garantiza la convergencia instrumental de esos momentos tensionales -la confluencia de todos esos flujos dispersos-; un hilo conductor suministrado por «la performatividad», la cual siempre se localiza presente en su línea de trabajo y se antepone al eclecticismo persistentemente visible en toda su producción.

La performatividad entendida como la legitimación de las condiciones objetivas del mundo, en donde el «acto mismo» produce ciertas consecuencias o efectos en los saberes, pensamientos y acciones del público. Esta pragmática de la palabra para realizar una acción en donde se instaura sentido, que dicho desde la teoría de Butler sería «ese aspecto del discurso que tiene la capacidad para producir lo que nombra». En efecto, en el trabajo de Ordoñez, el hilo conductor que guía toda su producción está dado por esa «performatividad» que atraviesa buena parte de sus trabajos y que aflora en algunos proyectos a manera de «performance », el cual está presente de un modo directo y visible («121 Honorables y otras Atrocidades» 1999, «Asepsia» 2001, «Déjà Vu» 2012) o bajo el invisible manto que cobija sus propuestas de «arte y comunidad» («Barreras» 2002, «Grafías» 2006 -2007, «Prolongaciones» 2010; «San Salvador», 2007-2011) para el cual, el arte-acción (vincularse– performar- con la comunidad) es la cuna en donde se gesta y reside toda su eficacia.



Otro plus de convergencia de todos sus proyectos, o al menos de la gran mayoría de ellos, está dado por la responsabilidad del artista que atañe a su producción plástica en una suerte de guión oculto siempre presente en el desarrollo de su trabajo y que se sustenta en la preocupación por el otro, a manera de micropolítica, que en la obra de Ordoñez se despliega bajo dispositivos críticos a partir del análisis de las propias microfísicas del poder, tanto en los términos de una politización directa del accionar en el campo de la plástica «121 Honorables y otras Atrocidades» o desde un programa clandestino que se cola en el interior del discurso y que gira alrededor de su contenido.

Esta perspectiva sin duda puede ofrecernos excelentes pistas para comprender en qué sentido «Déjà vu», siendo un agente implícitamente performático, debe otorgarle su carácter anómalo, que pasa por el propio escenario de intervención de las intensidades y los afectos implantados por el accionar de su realizador, así como sus recuerdos a manera de «déjà vu» trasplantados a los asistentes al acto, más que como una precognición implícita, como un «déjà sentí»: «algo que la persona ya sintió, aunque no forma parte del bagaje de su memoria» convirtiendo ésta y su sentir en el «lapso temporal» del recuerdo de un colectivo.

Esta sinapsis neuronal como una broma de la memoria que en letra de Cerati reposaría más o menos así: «Vuelve la misma sensación, esta canción ya se escribió hasta el mínimo detalle»; esta historia es el reflejo repetitivo de los esfuerzos sistemáticos de comunicación de una tecnología novedosa confrontada con las ansias de ver a los seres queridos, metáfora de la migración y sus consecuencias, ya no transcrita en estadísticas sino desde la coyuntura afectiva (memoria fugaz de la persona que lo experimenta) deduciendoque es la única forma realmente eficaz de introducirnosa la dimensión subjetiva del migrante y sus auténticas impresiones, datos sensoriales que nunca nos comunicarán los fríos números del universo cuantitativo.

Hernán Pacurucu









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